jueves, 1 de agosto de 2013

EL SEÑOR DE LOS CAMINOS. LA COMUNIDAD DEL CAMINO.

     Llamadme Ratón,

 He aquí que un día, tras múltiples intentos fallidos, se decidió y tomó la decisión de realizar una aventura inolvidable. Era un camino difícil, duro y pedregoso, en el que a veces había de caminar más el alma que los mismos pies. Un camino de sombras y de luces, de pensamiento interior y de diálogo. Y es que, en verdad os digo, que se camina solo. Porque es connatural al ser humano, la soledad. Es la metafísica de la vida, que se encarna en espiritualismo en cada paso que damos. Cada tropiezo. Cada dolor. Cada caída. Posiblemente no seamos más que minúsculas partículas de un todo, de un universo (quizá infinito), que se mueven materialmente por su mundo. Naturaleza pura. Perfecta. Ni más ni menos. Pero queda, no obstante, el orgullo de sentir, de amar y de creer. El sentido de la vida. Y el de la victoria.

Albergue de Outeiro, Vedra.
Sonó el despertador, y nos pusimos en marcha. Todavía era temprano, pero la ilusión que despertaba dentro de nosotros era tan grande que ni el sueño ni nada podía menguar en nuestro ánimo. Calzamos nuestras botas, y cargamos nuestras mochilas. Tomamos un suave desayuno y marchamos para coger el AVE. The fellowship of the way estaba preparada. Algunos compañeros ya nos esperaban en la estación de trenes. Kiwi y Nobel estaban haciendo tiempo. Cuando llegamos, los encontramos tomando un café. Llegábamos tarde, pero estábamos preparados. El viaje de la comunidad empezaba.